
El pasado viernes 06 de mayo mientras asistía al evento 20 de abril de experiencias y medios de comunicación ciudadana y comunitaria del sur, que desde hace tres años viene desarrollando el Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Surcolombiana, observe cómo entre las experiencias
se destacaba una que particularmente me llamo la atención, no por la estética rockera de sus representantes (pelo largo y cresta, tatuajes, entre otros), sino por la estigmatización que según sus relatos han venido afrontando en el transcurso de los procesos culturales y artísticos que adelantan en el municipio de La Plata (H).
Según el artículo 16. de La Constitución Política de Colombia, todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico. Es claramente un motivo suficiente para dejar de calificar a las personas por cómo deciden llevar su vida tanto física como ideológicamente (aunque en esta Colombia donde las normas pasan desapercibidas y ni la constitución se salva de que le metan mano, no se me haría extraño que este aparte desapareciera, ¿podría ser una forma de control social?) y aún más teniendo en cuenta que personas como éstas que aún parecen ser extrañas, han afrontado la realidad por más de 50 años (inicios de la cultura rock), creo que ya es hora de dejar de ser tan moralistas y empezar a tolerar las diferencias,
si es que existen, de ciertas culturas como lo dice el filósofo Jhon Dewey. Yo propongo que evolucionemos.
Es más importante tener en cuenta que el colectivo IR busca a través de la apropiación de la cultura y el arte darle un mejor uso al tiempo libre, velar por un desarrollo personal
de los jóvenes del municipio de la Plata. Además, la declaración de los derechos humanos establece en el Artículo 29. Que Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad. Y es claro que para ellos más que un deber es una necesidad.
Siempre ha existido cierta apatía por parte de los diferentes agentes del poder en la sociedades hacia los procesos alternativos, y en muchos casos, liberadores, que nacen en torno a necesidades
que éstos no consideran relevantes y es muy lógico que la opción más común sea acudir a estigmas, satanizar y desacreditar. La persuasión de los sentimientos y la espiritualidad siempre suele funcionar en una sociedad como la nuestra donde los significados y verdades absolutas son muy comunes. Establecidos por conveniencias individuales.
Es difícil pensar que se pueda consolidar un proceso común en el cual todos logremos converger si no somos capaces de aceptar las diferencias, muchos lo han dicho, para recordar que en la medida que
logremos consolidar nuestros propios significados y apuntar hacia un mismo lado lograremos crear una salida alternativa donde los paradigmas se rompan, las mentes se liberen y nos detengamos a conocer al otro,
porque no existe ninguna norma absoluta del bien y del mal mediante la cual podamos juzgar una cultura, una persona.
Por: CRISTIAN SERAFIN MARQUIN GAVIRIA
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