El fútbol se remonta al año 200 a.C durante la dinastía Han en China. El juego se llamaba Tsu Chu (tsu significa ‘dar patadas’ y chu es una “pelota de cuero”). Pero es en el siglo XII donde se encuentran evidencias de esta práctica deportiva en Inglaterra. En 1846 (cien años antes de que apareciera en Colombia) se realizó el primer intento para establecer un reglamento universal. 43 años después, exactamente en 1870 llega a Sudamérica.

Este deporte debido a su comercialización se ha convertido en un gran negocio de entretenimiento, los medios de comunicación por su parte han jugado un papel muy importante, especialmente la televisión. De hecho, el fútbol no tendría sobrevivencia gracias a sus enormes inversiones. Aunque el vandalismo y la violencia entre seguidores que se remonta a las décadas de 1970 y 1980 en Gran Bretaña. Aun se genera discriminación y desordenes antes, durante y después de los partidos. Las batallas campales en las calles entre los hinchas se convirtieron en algo común y en nuestro país se han elevado los homicidios involucrados con el fanatismo en el fútbol.
Desde el momento en que nació, Diego Alejandro Zamora Chamorro sabía que su vida giraría entorno al deporte que jugaba desde que estaba en el vientre de su madre. Nació el 13 de febrero (día en que fue fundado su equipo, el América de Cali) y en el año 1986 cuando fueron subcampeones de la copa libertadores.
Es un trigueño alto, de figura atlética, de cabello ensortijado y sonrisa desgastada. Nació en un cambuche improvisado en el que apenas sobrevivían en condiciones deplorables su madre Aurora Chamorro, su padre Avelino Zamora y sus cuatro hermanas que estudiaban en la pequeña escuela ubicada en el salón del poblado II (distrito de aguablanca en Cali).
Desde los 5 años lo único que Diego tenía claro era que su vida pertenecía al fútbol, fuera como fuera. Aun más cuando su padre quien se desempeñaba como vendedor ambulante había sido atacado por delincuentes que pretendían quitarle el producido del día. Avelino murió a los diez minutos del ataque a causa de las 27 heridas por arma blanca, propiciadas según indicios por resistirse al atraco.
La madre de Diego era una mujer trabajadora, que nunca había asistido a una escuela, dependía del trabajo que realizaba con la venta de cocadas y maní en el centro de la capital vallecaucana y el que alternaba con el aseo de una iglesia de alabanza cristiana en el distrito.
Diego Ingresó a los 7 años a la escuela de fútbol de los hermanos Tamayo (ex jugadores profesionales) provenientes de Cerrito (Valle). Su posición dentro del terreno de juego era de las más desagradecidas por los espectadores, a quienes solo les importa que el arquero evite el gol en su arco y que los delanteros definan rápido el partido. Diego era defensa central.
En el año 2001 hacía parte de las reservas del América de Cali, algo que nunca imagino alcanzar. Ese año se sentía realizado pues el equipo al que pertenecía consiguió el titulo de la Copa Mustang por segundo año consecutivo y participó en la Copa Libertadores por décima quinta ocasión.
En el segundo semestre de 2002 vivió la pesadilla que a cualquier trabajador del fútbol descontrola y deprime hasta destruirlo. Sufrió ruptura de ligamentos cruzados que lo marginó de las canchas (hasta ese entonces de manera indefinida). Lo que más causaba su profundo dolor no era la lesión, sino que desde la muerte de su padre había prometido hacerse cargo de la familia. Además, hacia más de un mes un empresario estaba asistiendo a los entrenamientos interesado en sus derechos deportivos.
Seis meses después de su proceso de recuperación, la lesión aparentemente había desaparecido. Decidió presentarse ante distintas instituciones y clubes deportivos, tratando de pasar el examen médico y reincorporarse a la profesional. “llegué al Depor F.C, pero fue un proceso bastante arduo pues el trabajo físico me fatigaba y en ocasiones volvía a aparecer el dolor. Temía que la operación fallara, pero aunque sintiera dolor tenía que resistir por mi familia. Lo que menos quería era que mi madre siguiera trabajando, quería brindarle un mejor futuro a mis hermanas” dijo tras un suspiro agonizante.
Prácticamente su niñez fue truncada porque el fútbol lo consumía tanto. Además el ansía por el dinero para poder apoyar económicamente a su familia se convirtió en el pilar de su vida. El estudio nunca tuvo preferencia, es más piensa que hay que hacer lo que sea para vivir, lo importante es no morir de hambre.
El fútbol hace parte de su vida, hasta la fecha del cumpleaños de su madre la relaciona con la llegada del deporte mas apasionante a nuestro país. Un 15 de agosto de 1948 se le dió la bienvenida al fútbol profesional en el estadio hipódromo San Fernando de Itagüí (Antioquia), con el encuentro entre el atlético municipal de Medellín y la Universidad Nacional. De igual manera su madre, o “la negra” como la llama cariñosamente, nació un 15 de agosto de 1967 en Istmina (Chocó).
En febrero de 2005 iniciando el campeonato de Copa Premier, Diego fue titular ante Centauros de Villavicencio, en un partido complicado por el estado y mala calidad del terreno de juego. A los 23 minutos del segundo tiempo tuvo un fuerte choque con uno de los zagueros del equipo visitante ante una jugada peligrosa de tiro libre, quedando marginado totalmente de las canchas. Tuvo fractura de metatarso del pie izquierdo, pero lo peor fue que el viejo dolor de la rodilla volvía a aparecer.
La depresión se apoderó del joven de escasos 18 años, aun más cuando el médico de la institución deportiva le dió la fatal noticia. Su estado anímico intento hacer estragos, pero gracias al apoyo incondicional de su familia, compañeros de equipo y amigos más cercanos mejoró antes de lo esperado y lo asimiló con profesionalismo.
El arraigo popular del llamado por algunos “deporte rey” ha recorrido los continentes instaurando su poder en los diferentes escenarios deportivos. Pero de igual manera, la desbordada pasión que desencadena cada toque del balón sigue generando no solo en nuestro país, sino también en el resto del mundo, incontables sucesos de orden público entre fanáticos. Han causado la muerte de muchos y dejado grandes heridas, morales y físicas, en otros. Heridas que no sanaran hasta que no exista conciencia y cultura dentro de este deporte.
Después de sentirse totalmente derrotado deportivamente en la vida, debido a su mala suerte en el fútbol. Decidió seguir viviendo y trabajando enfocado en este deporte, ya que para él el fútbol es más que un estilo, es calidad de vida.
Ahora trabaja como auxiliar utilero del Depor F.C y asiste al estadio “Pascual Guerrero” de Cali a apoyar a su equipo. Aunque su alma se quebranta cuando ve a sus ex compañeros de academia de formación deportiva vistiendo el uniforme profesional. “quisiera estar ahí organizándolos desde atrás, brindándoles seguridad”, Agrega además que jamás se separará del fútbol. Lo único que pide como amante del deporte, como ex jugador y como hincha fanático del “jogo bonito” es vivir en paz este espectáculo, pues en un año cinco amigos quienes pertenecen a la barra escarlata del América han muerto a consecuencia de esto.

“En este partido no pude jugar por acumulación de tarjetas, tuve que quedarme viéndolo desde la tribuna. Pero espero pronto estar sentado en el banco de suplentes y entrar cuando me requiera el profe” bromea. Lo que espera de sus compañeros futbolistas y de aquellos que están formándose como profesionales es que tengan mucha humildad, fé en Dios y sobre todo tener claro que hay que ser primero persona que jugador. La fama pasa, la gloria jamás se alcanza si no se hacen las cosas bien. “el ídolo de hoy, puede ser olvidado mañana”.