por: Andrés Felipe Bernal,
Con el resurgimiento del virus AH1N1, se originó un despliegue mediático que dio lugar, a su vez, a la catarsis colectiva más grande desde el once de septiembre.
Todo empezó cuando un conjunto de ciudadanos mexicanos se presentaron a los puestos de salud de sus localidades por síntomas de gripe. La sintomatología era exacta a la de una gripe común; de hecho hasta ahí el asunto no era complicado, hasta que murió la primera persona, y fue entonces cuando los periodistas y las cadenas de televisión pusieron en marcha uno de los más grandes despliegues para cubrir la noticia del momento.
El resurgimiento del virus AH1N1 fue desconocido en su momento e incluso hoy en día como causa histórica, fallando el periodismo en su defecto de contextualizar la información eslabonando los hechos desde su origen, causas, efectos y prospectiva. Pues hay que recordar que la cepa de la gripe porcina es originaria de la bien conocida gripe española que se propagó en 1918 – 1919. Este hecho histórico aparentemente simple y obviado por los medios es de ayuda para comprender con exactitud la magnitud y alcances que la influenza porcina tiene en los humanos. Pero estar de lado de esta perspectiva nos permite a su vez pensar y aprender de las experiencias vividas en esos años y de cómo se debería afrontar la influenza en esta época.
Pero como sucedió en este caso, los periodistas suprimieron los datos históricos y se dedicaron a inyectar sentimientos referentes a la causa. Dijeron, por ejemplo, que era imprescindible mantenerse alejados de cualquier persona que presentara síntomas de gripe como estornudos, congestión nasal o lagrimeo en los ojos; y eso dio paso a que al día siguiente en las instituciones educativas y universidades los maestros estigmatizaran a los estudiantes que presentaran cualquier síntoma. La estigmatización, entonces, reemplazó las campañas de prevención, pues los medios masivos de comunicación fueron incapaces de dar pautas de salud y cuidado público para afrontar los contagios colectivos, sino que embriagaron a las audiencias con sentimientos y prevenciones un tanto egoístas en cuanto al cuidado se refiere.
Así mismo, los medios dieron lugar en sus agendas a la especulación, entregando información de orígenes diversos sobre las posibles causas de la gripe AH1N1, entre estas, por ejemplo, la información de corte religioso que achacaba la pandemia a una de las plagas que dios enviaba como castigo. Otras fueron las versiones de los apocalípticos, muy parecidos a los primeros, que encontraban en la influenza el fin del mundo. Y los terceros y menos escuchados, los mamertos que veían en la gripe la escusa perfecta para hablar de armas biológicas y de conspiraciones secretas para revolcar un poco el status quo. Desde la perspectiva económica, por su parte, se habla de tratos farmacéuticos y alianzas oscuras para mitigar la crisis de los medicamentos y de las farmacias. Estas teorías encontraron en las audiencias una reelaboración y significación sociocultural que promovió la conmoción colectiva, perdiendo de vista el verdadero centro neurálgico del asunto y dando lugar a los rumores, chismes, bromas y mitos.
Pero ¿Cuál de estas teorías son ciertas o no? lo cierto es que la historia cuenta a las 100 millones de personas que murieron en la pandemia de la gripe española. Lo cierto es que los índices de mortalidad de una gripe común son mucho mayores que los que hasta ahora ha registrado la gripe porcina. Lo cierto es que bien hacemos en comprender y conocer que el VIH sida presentó en el 2004 una tasa de mortalidad de 3.5 millones de personas, a diferencia de la gripe porcina que no pasa de un centenar.
Bien haríamos todos, ciudadanos (audiencias) y medios, en comprender desde múltiples miradas, con rigor, seriedad y responsabilidad qué es, por qué y cómo afrontar la gripe porcina para que no suceda lo anteriormente mencionado.
En medio de esta pandemia mediática, es indispensable ir de la mano de todas las miradas e informaciones habidas y por haber, para que la influenza no nos encuentre con las consciencias vacías.
Y bien harían los medios, de una buena vez, por comenzar a investigar a profundidad la información. A enriquecer sus productos comunicativos desde la historia, sin perder de vista la prospectiva o proyección que tienen ciertas temáticas a futuro. Bien haría el periodismo si comunicara eficazmente a sus audiencias. Eso evitaría, finalmente, que las pandemias se salgan con la suya.
Todo empezó cuando un conjunto de ciudadanos mexicanos se presentaron a los puestos de salud de sus localidades por síntomas de gripe. La sintomatología era exacta a la de una gripe común; de hecho hasta ahí el asunto no era complicado, hasta que murió la primera persona, y fue entonces cuando los periodistas y las cadenas de televisión pusieron en marcha uno de los más grandes despliegues para cubrir la noticia del momento.
El resurgimiento del virus AH1N1 fue desconocido en su momento e incluso hoy en día como causa histórica, fallando el periodismo en su defecto de contextualizar la información eslabonando los hechos desde su origen, causas, efectos y prospectiva. Pues hay que recordar que la cepa de la gripe porcina es originaria de la bien conocida gripe española que se propagó en 1918 – 1919. Este hecho histórico aparentemente simple y obviado por los medios es de ayuda para comprender con exactitud la magnitud y alcances que la influenza porcina tiene en los humanos. Pero estar de lado de esta perspectiva nos permite a su vez pensar y aprender de las experiencias vividas en esos años y de cómo se debería afrontar la influenza en esta época.
Pero como sucedió en este caso, los periodistas suprimieron los datos históricos y se dedicaron a inyectar sentimientos referentes a la causa. Dijeron, por ejemplo, que era imprescindible mantenerse alejados de cualquier persona que presentara síntomas de gripe como estornudos, congestión nasal o lagrimeo en los ojos; y eso dio paso a que al día siguiente en las instituciones educativas y universidades los maestros estigmatizaran a los estudiantes que presentaran cualquier síntoma. La estigmatización, entonces, reemplazó las campañas de prevención, pues los medios masivos de comunicación fueron incapaces de dar pautas de salud y cuidado público para afrontar los contagios colectivos, sino que embriagaron a las audiencias con sentimientos y prevenciones un tanto egoístas en cuanto al cuidado se refiere.
Así mismo, los medios dieron lugar en sus agendas a la especulación, entregando información de orígenes diversos sobre las posibles causas de la gripe AH1N1, entre estas, por ejemplo, la información de corte religioso que achacaba la pandemia a una de las plagas que dios enviaba como castigo. Otras fueron las versiones de los apocalípticos, muy parecidos a los primeros, que encontraban en la influenza el fin del mundo. Y los terceros y menos escuchados, los mamertos que veían en la gripe la escusa perfecta para hablar de armas biológicas y de conspiraciones secretas para revolcar un poco el status quo. Desde la perspectiva económica, por su parte, se habla de tratos farmacéuticos y alianzas oscuras para mitigar la crisis de los medicamentos y de las farmacias. Estas teorías encontraron en las audiencias una reelaboración y significación sociocultural que promovió la conmoción colectiva, perdiendo de vista el verdadero centro neurálgico del asunto y dando lugar a los rumores, chismes, bromas y mitos.
Pero ¿Cuál de estas teorías son ciertas o no? lo cierto es que la historia cuenta a las 100 millones de personas que murieron en la pandemia de la gripe española. Lo cierto es que los índices de mortalidad de una gripe común son mucho mayores que los que hasta ahora ha registrado la gripe porcina. Lo cierto es que bien hacemos en comprender y conocer que el VIH sida presentó en el 2004 una tasa de mortalidad de 3.5 millones de personas, a diferencia de la gripe porcina que no pasa de un centenar.
Bien haríamos todos, ciudadanos (audiencias) y medios, en comprender desde múltiples miradas, con rigor, seriedad y responsabilidad qué es, por qué y cómo afrontar la gripe porcina para que no suceda lo anteriormente mencionado.
En medio de esta pandemia mediática, es indispensable ir de la mano de todas las miradas e informaciones habidas y por haber, para que la influenza no nos encuentre con las consciencias vacías.
Y bien harían los medios, de una buena vez, por comenzar a investigar a profundidad la información. A enriquecer sus productos comunicativos desde la historia, sin perder de vista la prospectiva o proyección que tienen ciertas temáticas a futuro. Bien haría el periodismo si comunicara eficazmente a sus audiencias. Eso evitaría, finalmente, que las pandemias se salgan con la suya.
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