No puede ser más clara la intención de nuestro gobierno de querer concentrar la riqueza en unas pocas manos para acabar con los pobres, no atendiendo sus necesidades sino matándolos de hambre, a motosierra, a machete o a fusil.

Por Germán Osorio Arias

Estoy seguro que todas las personas de esta ciudad han notado el acelerado crecimiento de la indigencia, de la delincuencia común, de los actos criminales, de “las limpiezas sociales”, de las privatizaciones, de la corrupción en las administraciones públicas, de la fuerza pública, de los vendedores ambulantes y de todo fenómeno social sinónimo de un Estado pútrido en donde lo único que se ofrece es la incertidumbre de los días oscuros. Cada día esta condición crítica de la economía compromete más el futuro de nuestros sueños, es decir, de nosotros cómo personas con ideales de futuro, de nosotros cómo jóvenes en medio de este vórtice de confusión y de manipulación política y mediática. Así las cosas ¿Qué nos depara a la sociedad colombiana si no reflexionamos frente a la sórdida aplicación de las políticas públicas por parte de nuestro presidente y ministros? ¿Cuál es la importancia de comprender lo que sucede para redimirnos de esta represión?

Debemos tener en cuenta que las intenciones políticas van más allá de una absurda indiferencia por parte de nosotros. Mientras dormimos, ellos trabajan, diseñan y pulen sus estrategias de control. ¿No es una muestra importante el carácter dictador del presidente Uribe cuando aspira apoderarse del congreso en un solo partido, uribista desde luego, con el objeto de tomar mayor poder en las ejecuciones legislativas frente a la carta constitucional? No son pocas las sombrías intenciones del régimen neoliberal actual que amenaza con el ineluctable totalitarismo y su mano negra de esclavismo, hambre, crimen y terror.

No puede ser más clara la intención de nuestro gobierno de querer concentrar la riqueza en unas pocas manos para acabar con los pobres, no atendiendo sus necesidades sino matándolos de hambre, a motosierra, a machete o a fusil. Vemos entonces que el presidente pretende, en coligación con su Ministro de cabecera Fabio Valencia Cosio, lograr la aprobación de la reforma política en la comisión primera, presentada y respaldada por sus fieles discípulos de bancada, los cuales tienen como prioridad la propuesta de un nuevo acto legislativo para la reelección. En un informe especial presentado por SEMANA en el periódico regional La Nación el domingo 19 de abril del presente, se pone en conocimiento “Todas las formas de lucha” a las que apelan nuestro pérfido Ministro de Defensa y nuestro, no poco corrupto, presidente Álvaro Uribe. “ya quedó claro que el presidente Uribe, con la ayuda de su ministro Fabio Valencia, supo capitalizar la crisis a su favor (Uribe y su relación con la Parapolítica) y convirtió al Congreso en todo un andamiaje de su reelección. Esta claro que la intensión central es ver cómo se cambian las piezas de la estructura del Estado para que el presidente pueda seguir en el poder”

Por otra parte, en El Espectador del domingo 12 de abril del presente, William Ospina, poeta y ensayista colombiano, pone de manifiesto que “la política de mano dura y el corazón grande” será inútil mientras no se emprenda un esfuerzo concertado, inteligente y generoso, no tanto por perseguir y castigar, sino por impedir que los jóvenes se vuelvan delincuentes. Nuestro autor expone que la causa principal de delincuencia en nuestro país es la falta de “un orden incluyente en el cual los jóvenes sientan que son tenidos en cuenta por la sociedad, que se les ofrece salud, educación, respeto, el horizonte de un empleo digno y oportunidades para realizar los sueños”. Por lo contrario, al gobierno actual “le parece más efectivo reprimir, perseguir, hacer redadas, dar de baja, porque todo eso puede hacerse enseguida, en tanto que la prevención, la recuperación y la reeducación requieren esfuerzo”, de lo cual podemos deducir que este gobierno no es más que una máquina negligente devora hombres, cuya principal característica es la desidia, la inopia mental.

Podría pasar la noche entera escribiendo sobre el presidente y su política de seguridad y crimen, pero, por qué no resaltar su gran inclinación en la política del populismo cuyo discurso carece de premisas respetables, coherentes y en donde solo vemos una sarta de mentiras e imprecaciones que estimulan los oídos de la inconciente y abúlica opinión pública. El neopopulismo desdeña las instituciones contemporáneas, obstruye su funcionamiento interno, estimula la impunidad, impone formas plásticas de identidad, impera el filudo sofisma en discursos demagogos, incrementa el pánico, el “terror”, polariza la sociedad, implanta políticas obligatorias e irrespetuosas de privatización y demás.

En estos días se ha hablado de la posible influencia que tiene el presidente en las famosas “chuzadas” telefónicas por parte de DAS. Este organismo, según lo estableció la Fiscalía General de la Nación, había creado una “impresionante estructura de espionaje”, aplicada a Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, la Corte Constitucional, periodistas y demás funcionarios del Estado, en el cual participaron el Jefe-Director de Inteligencia y el Subdirector de contrainteligencia de dicho organismo, los cuales ordenaron la desaparición de una serie importante de documentos y pruebas que comprometían los implicados en cuestión. Los ex funcionarios tuvieron una reunión en la Casa de Nariño con el secretario general amigo cercano del presidente.

Pues bien, resta pensar en los tiempos tan complicados en que nos encontramos ahora, es necesario pensar en lo que se viene si no pensamos como personas concientes y serias, como personas de conocimiento independiente y autónomo, como personas sensibles, reflexivas y creativas que sean capaces de modificar el mundo, los temores, los imposibles, las subjetividades, los sueños, el diseño de un futuro posible, la vida. Qué imprescindible se hace reconocernos a nosotros mismos, partir de la observación de esta realidad para proceder en soluciones, sólo cuando seamos capaces de valorarnos y reconocernos a nosotros mismos, sólo en ese momento podremos hablar de algún tipo de modificación social que permita el futuro de nuestras vidas y de los nuestros en este contexto de miseria intelectual, espiritual y de hambre física.